08 abril 2007

Tiempo de palabra

Episodios

La discriminación avanza en Venezuela a paso de vengadores; los dueños del país se ufanan en mostrar en la punta de sus chuzos las cabezas de sus enemigos, destinadas a ser fritas en aceite. Es verdad que el sistema anterior fracasó, entre otras cosas porque muchos de sus jefes no entendieron que la mejor forma de conservar el poder era redistribuirlo; sin embargo, a pesar de sus ostensibles fallas, hubo espacios para que la decencia política fuese posible. Uno de esos casos, en los que este narrador estuvo personalmente involucrado, fue el de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre).

El Botón de la Muestra. La Copre fue creada por Jaime Lusinchi en diciembre de 1984. Fue una comisión presidida por Ramón J. Velásquez, con 35 miembros; incluido este escriba, como secretario ejecutivo. Fue establecida bajo el estímulo directo de Simón Alberto Consalvi quien, en esos tiempos, andaba obsesionado con el Ogro Filantrópico en que, de acuerdo a Octavio Paz, se había convertido el Estado en América Latina. Lusinchi y Consalvi convocaron a Velásquez como gran guía del proceso, y a quien esto escribe, que venía de participar en primera línea en la última campaña presidencial de José Vicente Rangel. Lusinchi, después de algunos meses, en una jugada inesperada para la época, designó a la Copre a pesar de la oposición expresa del presidente de AD. Gonzalo Barrios decía que esa Comisión sólo sería "un saco de gatos".

No fue ésta la única manifestación de amplitud, sino que los designados, en su mayoría, estaban distantes del Gobierno y entre los que eran miembros de AD, concurrían voces muy críticas, como era el caso de ese venezolano honrado y cabal que es Arnoldo José Gabaldón.

Allí destacaron severos críticos del orden prevaleciente. La voz radical y generosa de Reinaldo Cervini junto a las posiciones académicas de izquierda de Domingo Maza Zavala, Héctor Silva Michelena y Armando Córdoba; la acuciosidad intelectual de Germán Carrera Damas, de Juan Carlos Rey y de Orlando Albornoz; la honradez intelectual y el entusiasmo de José Andrés Octavio; el pensamiento volado de Moisés Naím, Eduardo Quintero, Gerver Torres, Ricardo Hausmann, Ana Julia Jatar, Miguel Rodríguez; la pasión en torno a la descentralización de Manuel Rachadell y de Rafael de la Cruz; el compromiso por el cambio de Gustavo Tarre y de Luis Enrique Oberto; la humildad de ese inmenso prócer civil que fue Rafael Pizani; el espíritu insoslayable de colaboración de Octavio Andrade Delgado; la fogosidad y dedicación de Pompeyo Márquez; la equilibrada radicalidad de Álvaro Silva Calderón; la racionalidad cartesiana de Aura Celina Casanova; la dedicación fecunda de Trino Márquez. El trabajo de filigrana de Edgar Paredes Pisani y de Máximo Rodríguez; la pasión analítica de Carlos Raúl Hernández y de Diego Urbaneja; así como los roles de Mercedes Pulido y de Antonio Quintín, de Helena Feil y de Francisco López Herrera, de Joaquín Marta Sosa, de Etanislao González y de Alfredo Caraballo y¿ de tanta gente capaz que hizo un espacio en sus vidas para construir un proyecto de país. Miles de ciudadanos colaboraron sin que le costaran un céntimo a la Copre.

Allí no hubo discriminación. Nunca desde el Gobierno se habló de cuotas. El tono impuesto desde el inicio por RJ Velásquez fue siempre el de una irrevocable amplitud. Nadie entró ni salió por ser afín a un partido. La mayor parte de quienes participaron no eran simpatizantes o partidarios del Gobierno; más bien, predominaba la izquierda.

La crisis. Hubo muchos momentos críticos. El más delicado fue cuando la Copre hizo sus propuestas de Reformas Políticas Inmediatas en 1986, con las cuales el Presidente mostró su total desacuerdo. Después del primer año de funcionamiento, el jefe del Estado se convirtió en público y severo crítico de las propuestas reformadoras; el asesorado no aceptaba las recomendaciones; ni los asesores se atuvieron a los deseos del Presidente.

Lusinchi tenía el poder para disolver la Comisión; no lo hizo. Tal vez no quiso; tal vez no quería correr con el costo político. Tal vez oyó el consejo de Carmelo Lauría quien defendió la existencia de la Copre e hizo viable su difícil cohabitación con el Gobierno. Lo cierto es que un Presidente que incurrió en otros terrenos en decisiones de alto costo político, por alguna razón no disolvió ese centro de agitación en el que se convirtió la Copre con el apoyo de la oposición y, más tarde, con el del sector de AD que hizo candidato a Carlos Andrés Pérez.

Cien Flores Se Abrieron. Con el triunfo de CAP, se desplegaron nuevas opciones para el proceso reformador. Uno de los elementos que parece increíble, dado el encono contra la disidencia de los gobernantes que hoy pacen en Miraflores, es que en aquel espacio creado para pensar y promover la reforma del Estado, algunos de los más importantes enemigos políticos del presidente Pérez tenían su espacio.

Rafael Caldera, luego primer usufructuario del golpe de Chávez, recibió apoyo de la Copre para su trabajo en la Comisión de Reforma Constitucional que presidía. Sin mezquindad se impulsaron las Jornadas Jóvito Villalba de las cuales el ex presidente fue estelar protagonista. Arturo Uslar Pietri, jefe y símbolo de los Notables que buscaban el derrocamiento de Pérez, tuvo en esa Comisión auditorio y apoyo.

No eran actos de generosidad sino conductas engendradas por la convicción de que nadie debía ser proscrito por pensar diferente y que la diversidad debía entenderse como la fuente propicia para el enriquecimiento intelectual. Un hecho casi increíble fue cómo empresarios (neo) liberales y militantes de la izquierda, junto a librepensadores, lograron ponerse de acuerdo para plantearle al gobierno de CAP la restitución de las garantías económicas que habían estado suspendidas desde siempre.

Era Posible.En ese espacio y en ese tiempo, a pesar de que no se tuvo nada fácil, hubo un espacio para pensar a Venezuela, para promover los cambios, para materializar algunos de los más importantes -como el inicio de la descentralización. Es un ejemplo, entre muchos otros, sobre oportunidades que hubo para desarrollar una actividad política e intelectual en forma honorable, sin perseguir a nadie, sin temor a expresarse, sin que la discrepancia con el Gobierno fuese motivo para la segregación. Unos cuantos de quienes participaron dentro de la Copre en ese período que va de 1984 a 1994 apoyaron luego a Caldera en su reiterada aspiración presidencial y, más adelante, a Chávez; lo cual es una muestra práctica de la diversidad en la que se habían cocinado sus simpatías.

Hoy, cuando se observa esta furia discriminatoria de militares putrefactos y de feroces revolucionarios, una cierta nostalgia por situaciones como las aquí relatadas, se asoma en la memoria.

Carlos Blanco

El Universal

carlosblancog@cantv.net

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