El régimen chavista se asemeja más y más al cubano. La adhesión a los principios marxista-leninistas del Presidente venezolano se traduce, paso a paso, en la adopción de medidas similares a las que impuso la dictadura castrista.
Castro comenzó gobernando por decretos, implantó reformas económicas socialistas que incluyeron a la agricultura, la industria y el comercio. Tras la nacionalización o expropiación de las empresas de toda especie, la propiedad privada se extinguió. Hugo Chávez va por el mismo camino, con la diferencia de que no depende de la ayuda exterior, como Cuba, porque dispone de los cuantiosos ingresos del petróleo. Con ellos ha financiado su presencia internacional, la revolución "bolivariana" para consolidar "el socialismo del siglo XXI" y su propia permanencia en el poder. Mediante planes populistas, ha aumentado en 40 por ciento los empleados estatales -dependientes del gobernante-, que suman ya alrededor de dos millones de funcionarios, casi el 10 por ciento de la población del país.
También ha intervenido la educación, restringido la libertad de prensa y de información, e impulsado la toma de tierras. Ésta comenzó en 2004, con la llamada "guerra al latifundio", mediante operativos para crear la "propiedad colectiva". Igualmente, ha amenazado con estatizar las clínicas privadas si no se ajustan a la política oficial de precios, terminando de raíz con la libertad en materia de salud.
Asimismo, ha trascendido que una nueva ley, preparada en absoluto hermetismo, permitiría al gobierno expropiar cualquier inmueble que "supere las necesidades básicas de sus propietarios" -como lo sería, por ejemplo, un departamento de tres dormitorios que ocupe un solo dueño-. Con tal reforma urbana se pondría fin al derecho de propiedad, como ocurrió en la URSS y Cuba.
Pero la socialización de Venezuela tiene un alto costo para los ingresos nacionales, ya que Chávez ha extraído de la empresa estatal de petróleos los recursos para sus fines políticos, sin realizar las inversiones para mantener la producción actual y futura, limitando así el sustento y el crecimiento de la principal industria del país.
El ideologismo de Chávez le impide considerar las consecuencias para Cuba del régimen que soporta desde 1959. Pero cabe preguntarse si los venezolanos tolerarán indefinidamente ser empujados hacia una réplica de ese modelo, que llega a absurdos dirigistas como la "ley seca" dispuesta para esta Semana Santa.
Castro comenzó gobernando por decretos, implantó reformas económicas socialistas que incluyeron a la agricultura, la industria y el comercio. Tras la nacionalización o expropiación de las empresas de toda especie, la propiedad privada se extinguió. Hugo Chávez va por el mismo camino, con la diferencia de que no depende de la ayuda exterior, como Cuba, porque dispone de los cuantiosos ingresos del petróleo. Con ellos ha financiado su presencia internacional, la revolución "bolivariana" para consolidar "el socialismo del siglo XXI" y su propia permanencia en el poder. Mediante planes populistas, ha aumentado en 40 por ciento los empleados estatales -dependientes del gobernante-, que suman ya alrededor de dos millones de funcionarios, casi el 10 por ciento de la población del país.
También ha intervenido la educación, restringido la libertad de prensa y de información, e impulsado la toma de tierras. Ésta comenzó en 2004, con la llamada "guerra al latifundio", mediante operativos para crear la "propiedad colectiva". Igualmente, ha amenazado con estatizar las clínicas privadas si no se ajustan a la política oficial de precios, terminando de raíz con la libertad en materia de salud.
Asimismo, ha trascendido que una nueva ley, preparada en absoluto hermetismo, permitiría al gobierno expropiar cualquier inmueble que "supere las necesidades básicas de sus propietarios" -como lo sería, por ejemplo, un departamento de tres dormitorios que ocupe un solo dueño-. Con tal reforma urbana se pondría fin al derecho de propiedad, como ocurrió en la URSS y Cuba.
Pero la socialización de Venezuela tiene un alto costo para los ingresos nacionales, ya que Chávez ha extraído de la empresa estatal de petróleos los recursos para sus fines políticos, sin realizar las inversiones para mantener la producción actual y futura, limitando así el sustento y el crecimiento de la principal industria del país.
El ideologismo de Chávez le impide considerar las consecuencias para Cuba del régimen que soporta desde 1959. Pero cabe preguntarse si los venezolanos tolerarán indefinidamente ser empujados hacia una réplica de ese modelo, que llega a absurdos dirigistas como la "ley seca" dispuesta para esta Semana Santa.
El Mercurio
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