Este asunto bufo de que el vicepresidente y un ex ministro (Aristóbulo) sean figuras en las barajitas de un álbum de la Copa América está cargado de significado. Más allá de temas como el narcisismo y la cara de asombro, seguida de la pregunta: "¿y quién es éste, papá?", que con toda seguridad le harán sus hijos, (cuestiones que debemos dejar a la psiquiatría del siglo XXI), hay una lectura de carácter político que vincula este capricho con una actitud general del gobierno.
Al meter en un álbum de fútbol a personajes de la política, que no deben haber pateado ni una lata vacía, se pretende incluirlos en el reino de las estrellas del deporte, esas a las que todos admiramos. Seres a los que no se les pide explicación, sólo se les demuestra fervor por lo que hacen, cosa contraria a la dinámica propia que sufre un político en sistemas democráticos, a quienes se les exige trato igual, eficiencia, honradez y se les reclama que cumplan con sus obligaciones, así sea sin fundamento. Gajes de la democracia.
La política central del régimen va dirigida a aniquilar el concepto de ciudadano y a sustituirlo por el de militante. Un ciudadano, desde los comienzos de la civilización occidental, es definido, fundamentalmente, como un hombre libre. Un ser con capacidad para decidir y participar en los procesos de toma de decisión política. Es un elemento esencial del concepto de Estado y el centro de su accionar. Por el contrario, un militante vive para y por su equipo. Usa la franela de su equipo incluso luego de una eliminación, pita y culpa al árbitro de los males de su bando y no acepta cambiarse nunca a pesar de sus pesares. Algo sano y hasta bonito cuando de deporte se trata.
En política esta actitud es nociva y fascista. La historia lo confirma. Sin embargo, el cambio del ciudadano por el militante es un objetivo fundamental del chavismo, según sus propios voceros. El locuaz exhorta a los oficiales a irse si no dejan de ser militares y se vuelven militantes. El ministro Carreño insiste en su disparatada teoría según la cual hay que cambiar la ideología para que baje la delincuencia. El diputado Ortega demanda que se vaya de la Cancillería todo aquel que no concurra con el "ideario" chavista. Se les exige a registradores y notarios ser militantes a toda prueba so pena de ser destituidos de sus cargos. Esta enumeración se puede abreviar en dos malvadas desviaciones: El partido único y la lista fascista de Tascón. Se crea un apartheid que se usa a diario en la administración pública para "purificar" la burocracia.
El régimen, pues, no desea ciudadanos, prefiere barras bravas. Exige aplausos fanáticos y dar la vida por un concepto no definido, es decir, morir por nada. Alienación pura.
El ciudadano debe responder con un rotundo ¡NO! al fanatismo en política, o más bien con un ¡SÍ! a la libertad y la democracia. De lo contrario nuestros hijos terminarán coleccionando el álbum del PSUV.
Y yo me pregunto: ¿Qué pasará cuando a un niño le ofrezcan: "Te cambio la barajita de Aristóbulo por la de Arango"?
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