En Venezuela no sabes a quién creerle. Las respuestas dependen de a quién le preguntes. Con estas dos frases la periodista Cristina Londoño de la Cadena Telemundo me resumía sus impresiones al cubrir las manifestaciones de rechazo y apoyo a RCTV. En los 9 años que lleva trabajando el tema de Venezuela, nunca había encontrado una situación tan compleja: un país polarizado donde las cifras oficiales y las denuncias deben tomarse con cautela y sentido común. Una nación donde los estereotipos, simplificaciones y manipulaciones le han ganado la partida mediática al verdadero rostro del drama venezolano. Una sociedad que sufre el desgarramiento del tejido que la une.
Cristina no es la primera en concluir que Venezuela se ha convertido en un país cuya realidad está in the eye of the beholder, es decir, que dependiendo de la percepción, consideraciones y simpatías del observador se arman juicios y opiniones. Asunto enteramente humano, que se complica cuando el diálogo se quiebra en la intransigencia y no es posible abrir el debate. Que cada quien interprete los hechos según su parecer es lo mas deseable en una democracia, pero allí es donde está el meollo del asunto: Una sociedad limitada en su acceso a información y donde la opinión del grupo arrolla al individuo termina perdiendo la óptica y se queda con un cuadro borroso al cual termina acostumbrándose
Para mi ojo periodístico lo más grave de este proceso es que cada vez contamos con menos información independiente y más propaganda oficial. Para mi ojo ciudadano lo más peligroso de la revolución es que le vende al individuo una libertad de conciencia con control remoto.
Y lo más terrible de todos estos años es que ahora nos vemos a través del lente de la desconfianza y el rencor, con el agravante de que la pugnacidad del discurso se ha convertido en moneda de curso corriente. Insultar es una forma de comunicarse. A veces la única.
De todas las pérdidas, ninguna tan lamentable como la de la libertad y la del terreno común. Libertad para opinar y disentir individualmente, sin presiones o sanciones, con responsabilidad y respeto. Terreno común para construir una sociedad que incluya a todos y no solo a una parte. Una sociedad donde el poder sirva al ciudadano y no exclusivamente a los militantes de una causa.
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