Se consumó lo que era inevitable. Este columnista jamás creyó en rectificación ni marcha atrás a no ser que se tratase de un repliegue táctico para preparar nuevas arremetidas. El Ejecutivo, con la ayuda de dos salas del TSJ, ganó el round aunque luce evidente que no lo hizo sin sufrir serio castigo.
Por si todo fuera poco ya Júpiter lanzó su advertencia a Globovisión a la que más temprano que tarde veremos acosada por las hordas, el Seniat, Conatel y pare usted de contar hasta que con alguna maroma leguleya se le consiga la forma de silenciarla. En ese momento se habrá logrado la "hegemonía comunicacional" tan necesaria a los regímenes dictatoriales anunciada por Andrés Izarra tiempo atrás.
Sin embargo, esta precaria victoria gubernamental ha servido para despertar protagonismos que últimamente lucían apáticos y apagados. Nos referimos muy particularmente a la aparición de la juventud estudiantil en el escenario político.
Quienes hemos marchado hasta sacar ampollas en los pies sabemos que en esos eventos se congregan aquellos que, como nosotros, ya peinan suficientes canas, desempleados, talibanes y también algunas bellas muchachas que hacen más atractiva la caminata, pero notamos que ha faltado la juventud, ingrediente fundamental que históricamente ha producido la incontenible marea del cambio. A partir de ahora está presente.
No hace falta hurgar mucho para recordar los contundentes ejemplos del despertar cívico y político de la juventud: la generación del 28 que dio la campanada inicial contra el gomecismo, la del 36 que exigió a López Contreras enrumbarse por la vía de la reconstrucción democrática, la del 58 que fue factor de inflexión en la caída de Pérez Jiménez y la de 1960 cuyo pensamiento y praxis política modeló a la naciente democracia, incluyendo sus excesos.
En la actualidad parecía que la apatía y el desinterés se habían apoderado de la muchachada. Hoy se ve que lo que faltaba era motivación y convocatoria. Ambas han reaparecido.
Quien esto escribe, profesor en la UCAB por mas de tres décadas, había visto pasar por aulas y patios a jóvenes que rechazaban la participación cívica y política. Imperaba la conseja " a la universidad se viene es a estudiar, no a hacer política". Nuestra respuesta reiterada fue: la universidad es parte del quehacer nacional y las elites que tienen acceso a ella tienen la obligación moral y cívica de no aislarse del país ni del mundo.
Hoy vemos con orgullo que nuestros muchachos - alumnos e hijos que es casi lo mismo- salen a la calle, afrontan peinilla, perdigones y gas lacrimógeno sin que nadie los manipule ni mediatice, en el más bello ejemplo que solo puede dar la juventud.
Así pues alentamos a esa reserva de esperanza para que no desistan del camino de la participación y el protagonismo en busca de sus reivindicaciones. Eso sí: dentro de la ley y sin violencia.
De paso, antes de concluir: Sr. Chávez ¿por qué no hace uso de la Constitución (art. 71) y toma la iniciativa de convocar un referéndum consultivo para ver si la gente está de acuerdo con el cese de RCTV? Si lo gana yo me callo. Si lo pierde usted sabrá que hacer.
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