Que en el mundo no existe una tierra/
donde el hombre viva más feliz¿
En la frase "ser rico es malo", pues, está contenida la verdadera concepción que el hegemón quintarrepublicano tiene de lo que es socialismo. Hemos escrito en varias partes que si en algo es sincero el sargento (odia que lo llamen teniente-coronel) es en su aborrecimiento del capitalismo.
Yo creo que ni el propio Marx odiaba el capitalismo con tanta fuerza y fiereza como nuestro paladín sabanetero. Para decir verdad, odiar es una actitud moral y Marx huía de eso como de la peste. Tan es así que construyó su propia teoría no para mandar el capitalismo a los infiernos, sino para demostrar (o por lo menos intentarlo) con un lenguaje y una metodología ad hoc, que el capitalismo no es "maluco", sino anacrónico, lo cual es una apreciación histórica, no moral. Es más, casi nadie, ni antes ni después, ha hecho un elogio de la burguesía como "la clase más revolucionaria de la historia" tal como lo escribieran él y Engels en el Manifiesto de 1848. Actitud que, por cierto, dio pie para que el socialista italiano Antonio Labriola calificase ese documento como "el elogio fúnebre" de la burguesía capitalista.
Pero no abandonemos la frasecita. Comenzaremos por decir que ella va a contrapelo de lo que las más serias encuestas revelan, a saber que la inmensa mayoría de los venezolanos piensa, por el contrario, que ser rico es buena cosa y más aún (acaso ligando bienestar y concupiscencia) buenísima.
Muy bien, se nos dirá, pero eso es lógico en una sociedad alienada, ideologizada y otras zarandajas de la jerga marxista. Que por lo tanto es necesario un proceso previo de limpieza cerebral para hacer que la gente piense de otra manera; y eso sólo se logrará metiéndoles entre ceja y ceja desde el jardín de infancia la idea de que "ser rico es malo", cosa de la cual se encargará, desde el Ministerio de Educación, el Primer Hermano de la República.
Pero el problema es que la gente que piensa, al contrario del hermano del Primer Hermano, que ser rico no es malo, tiene toda la razón, y la tiene desde una actitud, un punto de vista, socialista y si nos apuran mucho diremos que marxista y hasta comunista.
Porque para todas esas tendencias el problema no es que existan ricos ni que existan pobres, sino la desigualdad, la brecha entre una y otra cosa, que, asómbrense ustedes, es mayor en América Latina que en ninguna otra parte, la India incluida.
Ahora bien, hay dos maneras de colmar esa brecha: o que todos nos hagamos ricos, o que todos nos volvamos pobres. El peor insulto que se le pueda hacer a un socialista es decir que se incline por la segunda solución, es decirle que ser rico sea malo. Porque desde que el mundo es mundo, no existe el suicidio ni la muerte por hambre colectivos como aspiración y como meta: hasta los anacoretas solían mordisquear raíces amargas y beber sorbos de agua arenosa antes que irse muertos de hambre al otro mundo. No: lo que los verdaderos socialistas han postulado siempre es que se salga de la pobreza (¿y cuál es el antónimo de pobreza si no es riqueza?) no individual sino colectivamente: los saintsimonianos de Francia, la más inteligente de las sectas utópicas, usaban chalecos con los botones en la espalda para necesitar siempre, hasta para vestirse, de la ayuda solidaria.
Pero sí existe otra manera de plantear las cosas: no hay que esforzarse por salir de abajo por el trabajo, la educación o la lucha, sino, mejor, hacer que los de arriba se vengan abajo, preferiblemente que se les haga venir allí por la fuerza, la sangre y el plomo. Por desgracia, esa es una tendencia profundamente arraigada entre nosotros. Y cuando digo "nosotros" no me refiero sólo a los venezolanos: cuando el negro Miguel se alzó en Buría y se proclamó rey, su aspiración no era tanto liberarse de la esclavitud como hacer esclavos a los blancos que los poseían. Tampoco olvidamos que Unamuno consideraba la envidia como el pecado capital español por excelencia; ni que de España vino aquella copla tan aplaudida en nuestros años sesenta, que clamaba porque la tortilla se volviese, no tanto para que los pobres comiesen pan, sino para que los ricos se alimentasen de las deyecciones.
No se trata pues solamente del asistencialismo, de la distribución electoralista de la renta petrolera, sino de la igualación por abajo: no hacer del pobre rico, sino del rico pobre.
Para utilizar la expresión más exacta posible, el "Socialismo del Siglo XXI" que promueve el autor de aquella frase, tiene un solo significado: que todos seamos pobres, y mientras más, mejor. Su "socialismo" es la igualdad en la miseria.
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