Sin duda, Venezuela vive una gravísima crisis política. El cierre brutal de RCTV, la represión en las calles y las amenazas contra personas, instituciones y sectores, revelan la conducta oficial. El régimen arremete contra los que están enfrente y también contra los propios, si los considera tibios, faltos de decisión o no suficientemente revolucionarios. Chávez no está en capacidad de proporcionar una salida a esta crisis y su reemplazo en la Presidencia se hace necesario. Este narrador se adelanta a decir que ni promueve ni quiere un golpe de estado y sostiene que las oportunidades democráticas, pacíficas y constitucionales, están a la mano; sólo requieren un ápice de comprensión por parte de Chávez y sus seguidores. Que Chávez abandone la Presidencia no es el final del chavismo, ni conviene que lo sea, por la fuerza social que ha representado o puede representar.
Ingredientes del Desastre. El Presidente se ha colocado en la posición del árbitro de un equilibrio precario, producto de una confrontación de fuerzas terribles, cuyo choque ha promovido. Impulsa los desencuentros y, luego, se coloca como su administrador, y de allí deriva su poder. Contiene a los opositores cuando estimula a los más radicales de los suyos; y contiene a los suyos cuando el ansia de batalla puede ocasionarle daños a su imagen internacional. Para jugar ese papel, promueve la refriega entre chavistas y opositores, también estimula el conflicto en el seno de su propia gente; así como entre civiles y militares, entre ricos y pobres, entre la derecha y la izquierda, en fin, en cualquier ámbito que sea divisible y capaz de entrar en la conflagración.
Reinar sobre el conflicto que auspicia es táctica de vieja prosapia política, que ya Marx analizaba hace siglos y que dio lugar al concepto de "bonapartismo". Pues bien, este Bonaparte tropical anda en ese predicamento. Sólo que la situación parece habérsele ido de las manos.
La sociedad se ha vuelto completamente inviable. El sector privado no invierte porque no puede; no se incrementa el empleo productivo; la escasez y la inflación son los invitados permanentes. Allí se incuba una rabia social inmensa. Los militares han recibido la orden de pensar diferente; ya no se trata de seguir las órdenes de un gobierno, si no de acoplarse a sus principios y, como consecuencia, están obligados a pensar como el Gobierno quiere. Los oficiales también tienen furia. Los trabajadores han sido sometidos a la imposibilidad de la negociación colectiva, salvo en los términos en los que el oficialismo se aviene, y se apartan hasta los más fervientes partidarios del régimen. Los trabajadores poco a poco se incorporan a la resistencia. Así, a veces con lentitud, otras con inusitada rapidez, los grupos sociales y las instituciones son afectadas por el autoritarismo en trance de totalitarismo.
La situación creada con el cierre de RCTV, grave como es, en realidad ha completado un ciclo de amenazas, agresiones e ilegalidades que tienen ocho largos años.
La sociedad está fracturada y esta situación lo que promete es más fractura y más conflicto interno, lo que puede colocar a Venezuela en una más avanzada descomposición, anarquía y guerra interna. Es posible que este estado de cosas dure mucho; es factible que Chávez permanezca en el poder un mes, seis años, veinte o la eternidad que él quiere; sin embargo, el tiempo que permanezca en el poder será de progresivo caos, sin posibilidad de solución del desastre.
La magnífica incorporación de los estudiantes, de los artistas, periodistas y jóvenes en general, a la lucha por la libertad y la democracia, es un paso gigantesco en la pelea contra un gobierno despótico, militarista, corrupto y bastante inútil.
Salida Consensuada. Es perfectamente posible que los sectores chavistas y antichavistas, incluso con el concurso de Chávez si lo posee un arrebato de lucidez, encuentren una salida política; sea mediante la renuncia del Presidente o mediante un acuerdo institucional que acorte el período presidencial, lo cual podría suponer la convocatoria urgente y de común acuerdo a una Asamblea Nacional Constituyente.
Es verdad que por esta vía los opositores no alcanzarían a ver uno de los suyos sentado en Miraflores como reemplazo del actual Presidente; también es verdad que los partidarios de éste tendrían que aceptar la emigración de su ídolo; sin embargo, una salida consensual para sustituir a Chávez por alguien que perciba la necesidad del diálogo, del entendimiento, de la necesidad de impedir una fractura más violenta, puede abrir el camino para iniciar la reconstrucción.
Chávez se ha hecho inviable para la sociedad a la cual le cercena progresivamente sus libertades; del mismo modo, se ha hecho inviable para sus propios partidarios. A los más cercanos los veja, los insulta, los desatiende, los acusa de inservibles, sin percatarse de que la fuente del mal funcionamiento de la administración es él. Se ha convertido en un Presidente que no gobierna porque no tiene capacidad de concebir políticas públicas, de buscar a los mejores profesionales para satisfacer las demandas de sus compatriotas; por el contrario, anda obsesionado con una revolución que anda por el Chimborazo y recala en Carabobo para adentrarse en Boyacá, pero que en la humilde mesa de la familia venezolana significa miseria creciente.
El propio Chávez se ha cortado las posibilidades de rectificar. El aislamiento internacional hoy alcanza proporciones significativas. El autócrata regresa a su estatura natural, la del militar latinoamericano ambicioso, ávido de poder, instrumento para el enriquecimiento de sus allegados, y carente de proyecto real, como no sean esas idioteces mal digeridas de un socialismo leninista fracasado. El caudillo venezolano se ha convertido en un lastre para sus partidarios en el país y para sus amigos fuera de las fronteras nacionales. Lula, Kirchner, Bachelet, entre otros, oscilan entre un silencio pesado y unas frases que marcan la distancia, aunque procuran no inducir la ira irracional del Bolívar adulterado.
El Acuerdo. Los sectores del "chavismo sin Chávez" existen. No pueden elevar la cabeza para evitar que se la corten. Sus integrantes, junto al vasto movimiento opositor, pueden tratar de construir una salida política, que eyecte a Chávez de Miraflores sin violencia, mediante su renuncia o el recorte del período constitucional, y que abra la oportunidad para elecciones limpias y la recomposición institucional.
De no hacerse de este modo -o parecido-, las contradicciones se seguirán agravando, el Presidente desoirá a los de allá y a los de acá, y el desastre se profundizará. Cuando los déspotas se encuentran encadenados por las crisis, tienden a perder la chaveta y a hundir más a la nación, a la que desprecian porque, según su enloquecida opinión, no ha estado a la altura de sus delirios.
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