Unas son de cal y otras son de arena... La semana que recién concluye nos dejó un sabor particular... La "raya" de ser un país violento, puente de oro para el narcotráfico, nación donde están repuntando enfermedades decimonónicas, en la que las cárceles parecen depósitos de gente, sitio en el que los asesinatos se cuentan uno a uno como las horas del día... Pero más aún, luego de conversaciones reveladas en computadoras, en las que nexos indebidos con grupos terroristas confirman la peor de nuestras sospechas y dejan a nuestro Gobierno desnudo ante el mundo, "cachado" infraganti y con los insultos como único argumento, saber que la orbe también ve la otra cara de la luna es una ventana abierta donde entra el aire fresco. Sí bien una partecita de Venezuela, es todo eso y tal vez un poco más... Esa faceta oscura en la que "el botín" de la piñata petrolera tiene a algunos de fiesta en fiesta y también de cuenta en cuenta (cifrada para más señas), también es verdad que la mayoría no es así. Y eso es bueno casi que ponerlo en una plana y repetirlo: "el venezolano no es eso", "el venezolano no es eso" o hacer un ejercicio típico de los libros de autoayuda frente al espejo y expresar: "somos mucho mejor que esta nefasta circunstancia", o como un "mantra" tranquilizador afirmar: "Venezuela también es música, creatividad, trabajo, constancia, alegría y solidaridad". Porque la verdad es que en medio de tanta cosa desagradable, triste, sucia y sospechosa, se nos olvida nuestra esencia. ¿Quién no se siente orgulloso de nuestros muchachos de chaqueta tricolor que tratan de callar los "tiros perdidos" a punta de armonías musicales?...
Tuvo que ser el mundo el que nos despertara de esa modorra rutinaria y pesimista de sentirnos que, por culpa de nuestros gobernantes, estamos en el rincón de las naciones "malportadas" o que somos el típico muchacho rico y muy malcriado que arma los desastres en la fiesta y a quien ya nadie quiere invitar como no sea para comernos los caramelos.
La Venezuela decente, trabajadora, constante y creativa está "sonando fuerte" y el concierto de naciones también lo percibe. Pero si eso es importante, quizás lo sea más el que nosotros tomemos conciencia de ello. Por eso, el premio Príncipe de Asturias de las Artes al Sistema de Orquestas Sinfónicas Infantiles y Juveniles es mucho más que un galardón porque los muchachos tocan bonito. No, va mucho más allá. Es una muestra incluso de cómo los valores sobresalen en medio del "estiercolero". Estos muchachos y ese proyecto, creación del maestro Abreu, representan lo mejor del país e, incluso, también muestran la otra cara de un gobierno que ha continuado e impulsado ese programa...
Al menos por un día, Venezuela no fue noticia por lo malo, también damos buenas, buenísimas notas.
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