Por supuesto, eso de socialismo a secas no existe. Distintas formas de socialismo se han conocido. Algunas de ellas fracasaron porque fueron responsables del empobrecimiento de infinidad de seres humanos y de la instauración de algunas de las peores dictaduras que han existido. Otras modalidades de socialismo, como por ejemplo el socialismo democrático o el social cristianismo, han sido capaces de dar valiosos aportes a las sociedades donde han triunfado y han logrado establecer regímenes donde las libertades políticas han propiciado que el progreso social vaya de la mano con el progreso económico.
"Social-sismo" es quizás la expresión más apropiada para definir el sistema que se quiere imponer a los venezolanos. "Social-sismo" equivale a socialismo impuesto a los trompicones. La última parte del término -"sismo"- nos indica que es un sistema que llega con fuerza destructiva y que quizás podría medirse en grados dentro de la escala de Richter, que sirve para evaluar la amplitud de las ondas sísmicas que se producen y la magnitud de los daños que se ocasionan.
Se trata de un sistema que procura aplicarse a espaldas de la sociedad, puesto que cuando éste fue consultado el 2 de diciembre último, la respuesta de los venezolanos fue un expresivo ¡NO! Sin embargo, la contundencia de ese NO por lo visto nunca vamos a saberla, quizás porque las ondas sísmicas afectaron la estructura del CNE o las máquinas de Smartmatic.
En todo caso, uno de los daños más graves que ha ocasionado el "social-sismo", es deterioro a las instituciones. En Venezuela ha desaparecido el equilibrio de los poderes. Por ejemplo, todos a una -como Fuenteovejuna- los poderes se arremolinan en torno al Presidente para impedir que algunos de los más populares candidatos de la oposición puedan concurrir a las elecciones de gobernadores y alcaldes. Así vemos al Poder Moral -el contralor- dictaminando la inhabilitación de muchos de esos candidatos. A la vez vemos al Poder Electoral uniendo fuerzas con el Poder moral (con "m" minúscula) para impedir el inevitable triunfo de los mismos. Y por último vemos a la sala constitucional del TSJ respaldando una decisión que parece contradecir expresas disposiciones de la Constitución, conforme a la cual el contralor no puede inhabilitar más que a funcionarios designados, lo cual no aplica a cargos de elección popular.
El "social-sismo" está hiriendo mortalmente a otras instituciones fundamentales del país. Vale la pena hacer hincapié en el caso del señor ministro del poder popular para la defensa (mppd, todo en minúscula). Pudimos escuchar a ese señor instigando a los militares a contravenir la Constitución, la cual expresamente reza en su Artículo 328: "La FAN constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, al servicio exclusivo de la Nación... , y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna". Para colmo calificó de "burros" y "cobardes" a aquellos oficiales que por "institucionalistas" todavía creen que la Constitución debe ser respetada.
¡Menudo sismo el que debe existir actualmente dentro de la FAN! Se deberían estar estremeciendo los cimientos mismos de la institución.
El "social-sismo" también está causando estragos en la economía venezolana, ya que sus consecuencias inmediatas son la inflación, la escasez y la destrucción del aparato productivo. Las inversiones en nuestro país, medidas como porcentaje del Producto Interno Bruto, son las más bajas que hemos tenido en décadas. Mientras tanto, el país depende cada día más de las importaciones para poder sostener la burbuja de consumo en que está sumida Venezuela, alimentada únicamente por los precios del petróleo. Al menor sismo esta burbuja va a estallar.
Una cosa debemos tener clara: el "social-sismo" no es compatible con la democracia.
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