Comienza el año 11 de la revolución chimba y todo lo malo que se supone iban a arreglar está peor que cuando llegaron. Ni siquiera igual. Peor es el máximo logro del proceso. El país es un retrato viejo y desvencijado de cuando alcanzó el poder este ejército depredador.
En materia de corrupción los militares socialistas han hecho el mejor esfuerzo para superar a los choros de los cuarenta años podridos y, con clase y sabiduría, lo han logrado. Comunistas que brincaron de Catia a La Lagunita, militares que con breves pasantías en cargos del "tipo póngame donde haiga" se llenaron de apartamentos y camionetotas, viejos militantes de la izquierda encapuchada dejaron atrás los tiempos del Lada categoría camastrón que prendía a empujones y en bajadita, para ponerse en un BMW de pura estampa capitalista. Abogadas, de discretos puestos en la administración pública, se proyectaron hacia deslumbrantes carreras legislativas que incluyen viajes en aviones privados, compras en París, vacaciones en Nueva York y hasta fines de semana en casinos caribeños. Patria o muerte es nada. Otros jugaron más duro y formaron mafias de alto calibre, capaces de llevar dólares en maletines a cualquier lugar del mundo, manejar los billetes de los próceres chavistas en el exterior y custodiar los bienes producidos por tanto sacrificio revolucionario. Una buena parte ha hecho de la comisión más que una práctica corrupta, todo un arte del enriquecimiento, ayudando, de paso, a la creación de una poderosa oligarquía socialista. Los controles creados por la revolución y su prodigiosa incompetencia, ha generado una increíble zona de alcabalas perfectas para el cobro ilegal y el pago de aranceles extra tributarios. Cadivi, Onidex, solvencias para todo, tasas en efectivos. Un prolífico abanico de opciones.
En esto del choreo la revolución ha sido grandiosa. Pero, no se queda ahí. La delincuencia manda de verdad. Desde los grados más sofisticados como el narcotráfico, el contrabando o la prostitución hasta el simple raterismo. Desde el temible sicariato hasta el asesinato de taxistas y jóvenes. Si hay alguna revolución es justamente en esta materia donde han hecho maravillas.
Han acabado con la descentralización, han impuesto el nepotismo, se volaron la iniciativa privada, dinamitaron la inversión empresarial, destruyeron la excelencia en Pdvsa. Hicieron de los huecos en las calles parte del paisaje urbano. Elevaron la basura al grado de monumento nacional. El caso Anderson y el proceso contra los comisarios Simonovic, Vivas y Forero y los agentes de la PM, es una muestra de cómo rediseñaron la administración de justicia en Venezuela. Regalaron la plata de los venezolanos en busca de lealtades forzadas. Engañaron y mintieron sin compasión. Y, por lo que se ha visto, también estamos quebrados.
Vamos para 11 años. Y quieren más.
En materia de corrupción los militares socialistas han hecho el mejor esfuerzo para superar a los choros de los cuarenta años podridos y, con clase y sabiduría, lo han logrado. Comunistas que brincaron de Catia a La Lagunita, militares que con breves pasantías en cargos del "tipo póngame donde haiga" se llenaron de apartamentos y camionetotas, viejos militantes de la izquierda encapuchada dejaron atrás los tiempos del Lada categoría camastrón que prendía a empujones y en bajadita, para ponerse en un BMW de pura estampa capitalista. Abogadas, de discretos puestos en la administración pública, se proyectaron hacia deslumbrantes carreras legislativas que incluyen viajes en aviones privados, compras en París, vacaciones en Nueva York y hasta fines de semana en casinos caribeños. Patria o muerte es nada. Otros jugaron más duro y formaron mafias de alto calibre, capaces de llevar dólares en maletines a cualquier lugar del mundo, manejar los billetes de los próceres chavistas en el exterior y custodiar los bienes producidos por tanto sacrificio revolucionario. Una buena parte ha hecho de la comisión más que una práctica corrupta, todo un arte del enriquecimiento, ayudando, de paso, a la creación de una poderosa oligarquía socialista. Los controles creados por la revolución y su prodigiosa incompetencia, ha generado una increíble zona de alcabalas perfectas para el cobro ilegal y el pago de aranceles extra tributarios. Cadivi, Onidex, solvencias para todo, tasas en efectivos. Un prolífico abanico de opciones.
En esto del choreo la revolución ha sido grandiosa. Pero, no se queda ahí. La delincuencia manda de verdad. Desde los grados más sofisticados como el narcotráfico, el contrabando o la prostitución hasta el simple raterismo. Desde el temible sicariato hasta el asesinato de taxistas y jóvenes. Si hay alguna revolución es justamente en esta materia donde han hecho maravillas.
Han acabado con la descentralización, han impuesto el nepotismo, se volaron la iniciativa privada, dinamitaron la inversión empresarial, destruyeron la excelencia en Pdvsa. Hicieron de los huecos en las calles parte del paisaje urbano. Elevaron la basura al grado de monumento nacional. El caso Anderson y el proceso contra los comisarios Simonovic, Vivas y Forero y los agentes de la PM, es una muestra de cómo rediseñaron la administración de justicia en Venezuela. Regalaron la plata de los venezolanos en busca de lealtades forzadas. Engañaron y mintieron sin compasión. Y, por lo que se ha visto, también estamos quebrados.
Vamos para 11 años. Y quieren más.
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