Los venezolanos fuimos testigos, nuevamente, de acontecimientos repudiables y violentos durante estos días. Cualquier acción que quebrante la paz, debe someterse al debido proceso; venga de quien venga. Mal puede el Presidente de la República descalificar generalizadamente a todos los estudiantes. Tampoco puede inventarse delitos y calificar protestas pacíficas estudiantiles como tal. Mucho menos puede amenazar y ordenar, cual único titular del Poder Público, a los funcionarios policiales a reprender contra ciudadanos que están ejerciendo su derecho a protestar pacíficamente, instando a los funcionarios, a violar "olímpicamente" la Constitución; y como si fuera poco, responsabilizando directamente a un Ministro.
Es costumbre del Presidente utilizar un lenguaje violento y hostigador contra aquellos que difieren de su criterio. Eso no es nuevo, sin embargo ya se le escapó de las manos, incluso, a la fuerza pública. Es impresionante ver cómo la Policía Metropolitana es simple espectadora de los hechos verdaderamente violentos que cometen aquellos que dicen "tomar" las sedes de la Alcaldía Metropolitana; y no pueden hacer nada por "órdenes superiores".
Éste fin de semana fue simplemente una vez más, pero en repetidas ocasiones dichos violentos han atacado las sedes de la Alcaldía. Apartando el hecho de que los simpatizantes del chavismo que actúan con violencia sí están cometiendo delito y burlando las autoridades policiales, nos preocupa que ya no haya voz de mando que los controle. ¿Qué nos espera cada vez que vayamos recuperando espacios políticos democráticamente? Lo mismo aplica para otro hecho repudiable e importante de destacar, como lo es la arremetida contra el vehículo de nuestro compañero Ricardo Sánchez.
La intolerancia, así como el uso y reparto desmedido de las armas nos tienen azotados. Chávez no tenía que ordenar echarle "gas del bueno" a los ciudadanos: Presidente, desde hace rato estamos llevando gas parejo.
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