Como el sonido del agua entre las piedras del río, cuando estás lejos se escucha como un rumor lejano... Cuando te acercas lo que era un murmullo se convierte en un estruendo que todo lo inunda...
Algo así se siente en el ambiente... A donde llegas el comentario es el mismo. Desde el que te sirve el cafecito en la panadería, el amigo del kiosco, los vendedores en el mercado, el que se sienta al lado tuyo en el metro, la señora que te ayuda en las labores domésticas, el alto ejecutivo de una transnacional, el empresario atemorizado y con razón, los empleados públicos, el chofer del taxi, los otros papás del colegio de tus hijos, tus vecinos y cualquiera que te topes en la calle que esté medianamente informado sobre "todo" lo que está sucediendo en el país te comenta lo mismo: "esto está mal, muy mal. Aquí va a pasar algo". Claro que ninguno sabe, ni se atreve, ni visualiza que es ese "algo" que sucederá. Pareciera más bien que es una suerte de "intuición colectiva", que pudiera entrar en el rango casi de "pensamiento mágico" porque en definitiva esperamos que ese "algo" aparezca en el panorama de repente, y si es posible, que alguien se encargue de ese asunto y el resto estemos como espectadores de galería, aplaudiendo si nos parece bien o abucheando si no estamos de acuerdo con quien haya tomado alguna iniciativa de tratar de frenar esta escalada autoritaria y atentatoria contra la Constitución de los últimos tiempos.
Hay una especie de "expectación colectiva" esperando a que el otro asuma la iniciativa. Es allí donde deben tomar la palabra los dirigentes. Es, precisamente, en esas circunstancias en las que se crecen o en las que nacen los verdaderos líderes. Aquellos que son capaces de arriesgarse más allá de un estudio de televisión o de dar una rueda de prensa en un sitio seguro. ¿Quién puede decir, por ejemplo, que no apoya al alcalde Ledezma cuando llega hasta las mismas puertas de los poderes públicos, sorteando cercos policiales y patotas violentas del oficialismo para reclamar el arrebato del que ha sido objeto? (y nosotros los caraqueños también).
Este "estado de las cosas" reclama arrojo democrático, audacia y ante todo "valor" por parte de los dirigentes pero también requiere de algo más que "aplausos de gradería" por parte del resto. Básicamente porque esto no es un juego divertido. No es un tema que podamos postergar. Por algo existe la conciencia colectiva de que "esto no puede seguir así". En estos días, estamos perdiendo (así en gerundio) el régimen de libertades que conocemos y con el que crecimos.
Sí, cuando el río suena piedras trae... Pero como bien decía el padre Ugualde en días pasados en la oposición hay muchos Pilatos. Es más fácil y cómodo lavarse las manos en ese río y dejar correr las aguas, aunque éstas se ensucien de tanta complicidad...
Algo así se siente en el ambiente... A donde llegas el comentario es el mismo. Desde el que te sirve el cafecito en la panadería, el amigo del kiosco, los vendedores en el mercado, el que se sienta al lado tuyo en el metro, la señora que te ayuda en las labores domésticas, el alto ejecutivo de una transnacional, el empresario atemorizado y con razón, los empleados públicos, el chofer del taxi, los otros papás del colegio de tus hijos, tus vecinos y cualquiera que te topes en la calle que esté medianamente informado sobre "todo" lo que está sucediendo en el país te comenta lo mismo: "esto está mal, muy mal. Aquí va a pasar algo". Claro que ninguno sabe, ni se atreve, ni visualiza que es ese "algo" que sucederá. Pareciera más bien que es una suerte de "intuición colectiva", que pudiera entrar en el rango casi de "pensamiento mágico" porque en definitiva esperamos que ese "algo" aparezca en el panorama de repente, y si es posible, que alguien se encargue de ese asunto y el resto estemos como espectadores de galería, aplaudiendo si nos parece bien o abucheando si no estamos de acuerdo con quien haya tomado alguna iniciativa de tratar de frenar esta escalada autoritaria y atentatoria contra la Constitución de los últimos tiempos.
Hay una especie de "expectación colectiva" esperando a que el otro asuma la iniciativa. Es allí donde deben tomar la palabra los dirigentes. Es, precisamente, en esas circunstancias en las que se crecen o en las que nacen los verdaderos líderes. Aquellos que son capaces de arriesgarse más allá de un estudio de televisión o de dar una rueda de prensa en un sitio seguro. ¿Quién puede decir, por ejemplo, que no apoya al alcalde Ledezma cuando llega hasta las mismas puertas de los poderes públicos, sorteando cercos policiales y patotas violentas del oficialismo para reclamar el arrebato del que ha sido objeto? (y nosotros los caraqueños también).
Este "estado de las cosas" reclama arrojo democrático, audacia y ante todo "valor" por parte de los dirigentes pero también requiere de algo más que "aplausos de gradería" por parte del resto. Básicamente porque esto no es un juego divertido. No es un tema que podamos postergar. Por algo existe la conciencia colectiva de que "esto no puede seguir así". En estos días, estamos perdiendo (así en gerundio) el régimen de libertades que conocemos y con el que crecimos.
Sí, cuando el río suena piedras trae... Pero como bien decía el padre Ugualde en días pasados en la oposición hay muchos Pilatos. Es más fácil y cómodo lavarse las manos en ese río y dejar correr las aguas, aunque éstas se ensucien de tanta complicidad...
1 comentario:
Muchas gracias Inés! Muy honrado por el premio!!!
Publicar un comentario