22 mayo 2009

Hugo Chávez y el hombre que criaba ratas

El presidente de Venezuela se parece mucho a un excéntrico inglés, protagonista de las noticias curiosas del año pasado, a quien se le ocurrió hacer un aporte a la zootecnia instalando en su casa un criadero de ratas. Al comienzo todo debió salirle bien, con sus animales bajo control separados en jaulas. Sin embargo no contó con que estos roedores, por su tenacidad e inteligencia, no son un manso rebaño, sino por el contrario, son formidables competidores de los humanos en el mundo natural, por lo que pronto empezaron a reproducirse en gran número, y aprovecharon hasta la más pequeña rendija para escapar, cavando luego en las paredes hasta colonizar hasta el último de los rincones de la edificación.

A pesar de los esfuerzos que el dueño de casa hizo con el fin de revertir el daño y controlar la plaga, la destrucción que los roedores produjeron sobre la estructura fue tan grande que esta tuvo que ser demolida por las autoridades sanitarias, quedando él en la ruina, en la calle. Pues bien, de forma análoga, Hugo Chávez es el autor de un peligroso experimento. La guerrilla que él protege socava todos los días los pilares de la sociedad venezolana.
Tal vez, de manera ingenua él cree que tiene algún control de la situación. Esta relación debió empezar con poco, desde hacerse el de la vista gorda al comienzo, hasta los niveles de estrecha cooperación actuales. Muchos miembros de las autoridades del vecino país deben estar felices por la bonanza temporal, llenando los bolsillos con el dinero de mafias de diferente pelambre. Y tal vez, en un sueño de dominación continental, Chávez imagine que la guerrilla le va a ayudar a combatir al imperio, y que de alguna manera son socios.

Por eso planta la bandera de la delincuencia, la bandera de las FARC, ondeando al lado de la bandera de la República Bolivariana en las páginas de Internet, simbolizando esta supuesta alianza. Pero esto es un gran error de cálculo, porque es más bien él el idiota útil de la historia, la parte débil, el manipulado, el de la inexperiencia en lo militar, el que no sabe con quien se mete. Aún si quisiera hoy retomar las riendas, en un giro de 180 grados, pueden pasar décadas hasta que la infectada piel de Venezuela se libere de esta sarna.

Hombre insensato. Le gusta también el cultivo de las termitas en una casa de madera. Entrega armas a sus milicias urbanas, convirtiendo a la antes segura Caracas en una cloaca, infestada de pandillas enfrascadas en sangrientas contiendas territoriales. Este acto irresponsable solo eleva los niveles de delincuencia de Venezuela, que hoy tiene las peores cifras del continente.

Chávez cree ser un verdadero militar pero no lo es. Por supuesto que no. Un verdadero militar piensa en la seguridad de los suyos. Piensa en la protección de la vida. Y la vida y la propiedad de los venezolanos está hoy más amenazada que nunca. Porque este falso militar gasta los recursos del petróleo en la compra de equipos como tanques, aviones, helicópteros y submarinos, que son muy buenos para el espectáculo de mostrar al exterior una falsa fortaleza, pero totalmente inoperantes contra el desafío que plantean las organizaciones delincuenciales que atentan contra la vida, que secuestran, que sobornan a los funcionarios, que menoscaban cualquier forma de organización social, que destruyen la economía legal, que corrompen a la juventud con sus promesas de dinero fácil.

Si la situación continúa, pronto se verá en Venezuela el efecto colateral de ser un paso del tráfico de drogas, que es ver incrementados los índices de consumo interno de sustancias derivadas de la cocaína, hasta los alarmantes niveles que se registran en otros punto de tráfico y destino. Es urgente que la sociedad de Venezuela cambie al casero, antes que más tarde las ratas (1) lo terminen sacando a las patadas. Una vez tienen algo, quieren más. Tienen un apetito insaciable.

(1) Fe de erratas (O mejor, fe de ratas):Pero esto es solo una analogía. Sería irrespetuoso comparar a los miembros de las FARC con las ratas. Irrespetuoso para con las ratas. Después de todo, no puede compararse la maldad hecha adrede por un ser provisto de racionalidad, a quien, debido a una ideología retorcida y un corazón inicuo, le produce placer sádico el dañar a otros seres humanos inocentes y desarmados; con el instinto natural de supervivencia de unos tenaces, inteligentes y a veces hasta simpáticos animales roedores contra quienes libramos batallas a escobazos en campos y ciudades, graneros y alacenas en una lucha leal.

David Narváez

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