13 julio 2009

Ejercicio de imaginación


Le proponemos el siguiente ejercicio de la imaginación: cierre los ojos y visualícese. Usted está en una cola interminable. Está prácticamente estacionado en plena autopista. Aquello no avanza. No tiene ni idea qué pasó. Por supuesto que quiere saber qué sucedió. ¿Lo lógico?

Enciende la radio. Hace ZAPPING entre una y otra emisora. Lo que encuentra no le da la respuesta. Claro que las interrogantes las tiene desde temprano, por no decir que desde el día anterior, y el tras anterior, y el tras tras anterior.

Y es que usted quiere enterarse, por ejemplo, por qué hoy abrió el chorro y no había agua en su casa, o por qué cuando fue al mercado no encontró el producto que estaba requiriendo (y tampoco el que ya dejó de buscar porque desapareció de los anaqueles hace tiempo), como ya no sale de su hogar porque el miedo a no sobrevivir en manos del hampa le ganó la partida, tampoco se entera mucho de su ciudad, qué calles están trancadas por alguna ¿reparación?, ¿protestas? (nooooo, eso era antes, ya la gente se dejó de eso ante tanta represión) o por qué su hijo de cinco años le llegó diciendo la tarde pasada "patria, socialismo o muerte" el lema que le enseñaron en su preescolar o ¿cómo se murió "de mengua" aquella persona cercana cuando la llevaron a un hospital y a otro y a otro sin encontrar que lo atendieran.

Usted necesita las respuestas y prende ese medio cálido que antes le decía los porqués y más aún en el cual usted marcaba el teléfono de su emisora favorita en su programa preferido y salía al aire y expresaba lo que se le ocurría: protestaba, cantaba, participaba de una rifa, opinaba sobre lo que le diera la gana.

Desde el tema más delicioso y necesariamente frívolo hasta la disertación política más concienzuda y profunda. Ahora ya no es así. Va de emisora en emisora. Esos dígitos en los cuales escuchaba las voces y la música que acompañaban su día a día y ¿qué encuentra?

Olvídese de noticias más allá que aquellas que difundan "los logros de la revolución".

Si tiene suerte, sólo si ese día se paró con el pie derecho tendrá la dicha de oír las versiones clonadas del Primer y Único locutor del país, el omnipresente y no una cadena eterna. Si no es él, quizás sea alguno, mientras más anodino mejor, que le hablará de lo mismo que el Jefe pero con otra voz.

Algo parecido a un eco adormecido. Sí, así como está el país. Esto es sólo un ejercicio imaginativo.

Ahora despiértese! Esto aunque le parezca una exageración, está a punto de suceder.

¿O es que ahora también vamos a decir aquello de: "no, yo no creo. Eso no va a pasar. Ya verás que no se van a atrever"?

María Isabel Párraga B.

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