Quien no haya leído el manifiesto de Henry Falcón debe hacerlo, sea chavista u opositor. Respetuosamente le dice a Chávez que hace años ha estado a la espera de conversar con él sobre temas esenciales para el país, sin que haya sido posible establecer "un diálogo franco y sin intermediarios". Muestra su apego a la Constitución del 99, "texto a partir del cual deben trazarse las metas que deriven en una Venezuela diferente, productiva, soberana, inclusiva y plenamente democrática, donde se haga realidad el sueño de justicia social", es decir, una Venezuela distinta de la que Chávez nos muestra hoy, a once años de su pésimo gobierno. Falcón ratifica sus "ideas de avanzada" y relata el memorándum de agravios que suscribirían todos los gobernadores de Venezuela -sobre todo los chavistas- si no fuera que el miedo (¿o el negocio de turno?) agarrota sus gargantas. Reclama Falcón que "la relación entre un Jefe de Estado y los gobernadores y alcaldes no puede limitarse a la emisión de instrucciones y órdenes sin la mínima oportunidad de que podamos confrontar puntos de vista y revisar o revocar decisiones que, luego de su ejecución, resultan dañinas o inconvenientes al interés de la región y del país". Critica indirectamente la orden inconstitucional de Chávez sobre la confiscación de los galpones de la Polar situados en la zona industrial de Barquisimeto, con la excusa presidencial de "construir viviendas para los pobres". Falcón sabe que en Barquisimeto hay cientos de hectáreas del Gobierno, listas para construir viviendas que nunca fueron iniciadas. De hecho, Chávez es el que menos viviendas ha construido, a pesar de ser quien más recursos ha recibido. Cuando Falcón se resiste a cumplir la orden presidencial, lo hace pensando en los trabajadores larenses que quedarán cesantes y en el terror que sentirán otros empresarios a invertir en un país sin ley.
"Me aferro a la urgencia de propiciar la inclusión sin exclusión, la reconciliación nacional y el diálogo constructivo. La democracia se forma en la diversidad, en el reconocimiento del otro, en el respeto y en la conjunción de esfuerzos" subraya Falcón con palabras que millones de chavistas y no chavistas suscribirían sin dudarlo. En crítica al comunismo cubano que tanto obsesiona a Chávez, sostiene Falcón que "el modelo de socialismo no debe reproducir el esquema vertical y de ausencia del debate libre y abierto, que llevó a otras experiencias socialistas a su desaparición o deformación", a la par que describe al PSUV como una organización "minada por la burocracia, la ausencia de discusión, el clientelismo, el grupalismo y una mal entendido concepto de la lealtad", razón por la cual renuncia y se incorpora al PPT.
Roguemos a Dios porque Falcón sea la cabeza de una izquierda real que se constituya en alternativa al caciquismo totalitario y militaroide de Chávez, que ha pervertido la visión revolucionaria de los cambios sociales con libertad y justicia social, y optado por las múltiples violaciones a los derechos humanos que la CIDH de la OEA describe esta semana en las 322 páginas de su informe anual, dedicadas al régimen despótico venezolano. Falcón no está solo. El estalinismo del régimen se comprueba en las vergonzantes expresiones de Cilia Flores, del ex PPT Mario Isea, y en los mensajes de la jauría mediática oficial al anunciar que el "PSUV congeló relaciones con el PPT" y que "no descarta quitar el apoyo a su secretario general, José Albornoz, como segundo vicepresidente de la AN".
La rebelión ya comenzó en la granja. Mientras Cilia le grita "traidor" a Falcón, el PCV dice públicamente que el mandatario larense puede militar en el PPT sin perder su condición revolucionaria. Ya circulan rumores de otros gobernadores descontentos que podrían seguir el ejemplo de su colega de Lara y llevarse con ellos a su tropa, sobre todo ahora que las encuestas muestran que, de ser hoy, Chávez perdería de corrido las elecciones del 2012 y que también perderá el Parlamento, si hay unidad en la oposición.
La rebelión, por cierto, también podría manifestarse entre quienes, desde las filas opositoras, están hartos de algunos viejos caciques que imitan a Chávez en su rechazo al diálogo, al entendimiento y a la unidad.