La cosa está clara. La sentencia viene de labios del propio Oráculo de La Habana y ha sido transmitida "urbi et orbi": el socialismo (al estilo tropical) es comunismo y el que no lo quiera ver está ciego.
Sin embargo no todo socialismo es malo como lo demuestran distintas versiones que recientemente han gobernado o gobiernan en la actualidad permitiendo coexistencia de la iniciativa privada con toda su explosión de creatividad y eficiencia junto con la acción ductora, equilibradora, correctiva y justiciera del Estado democrático (Escandinavia, Francia, España, Alemania, Reino Unido, Chile, etc.).
Cuando se deja todo a la "mano invisible del mercado" se producen las distorsiones ya conocidas: monopolios, desigualdad, exclusión, etc., pero cuando es el Estado quien todo lo asume llegamos a la situación de la extinta URSS y Europa Oriental donde el sistema colapsó en forma espontánea y casi sin violencia ni sangre. En Venezuela vamos por ese camino y siguiendo los mismos pasos ya transitados por tantos procesos históricos fracasados, todo en nombre de la búsqueda de una sociedad más justa, menos excluyente y más feliz. Para lograrlo, quienes hoy mandan, hablan de una etapa de transición. En la URSS esa etapa duró setenta años, en Cuba van por cincuenta y uno, en Europa Oriental se tiraron cuarenta y cinco y en todos los casos al final estaban peor que al principio.
Pero... los comunistas a la venezolana (Chávez, Jaua, Loyo, Osorio, Aristóbulo, Flores, etc.), creen que son mas vivos que Lenin, Castro, Gorbachov o Kim Il Sung y que a ellos no les alcanzará la fatalidad histórica de mil procesos fallidos.
Mientras tanto por vía aérea -"por ahora"- Venezuela se vacía de talento y energía creadora. A la vuelta de un lustro solo quedaremos viejos, mediocres y algunos de los que queremos seguir "echándole pichón". Igual como en la Cuba de los sesentas y setentas cuyos exiliados maiameros en su ghetto de Little Havanna en la Calle 8 SW pasaron sus años soñando con el retorno hasta que les fue llegando la Parca y ahora sus hijos -ya gringos- aspiran a la política norteamericana y no piensan en dejar su "american way of life" para ir a reconstruir la patria de sus mayores. Los nuestros tampoco regresarán.
Las campañas electorales se han convertido en torneos de carisma, simpatía y listado de ofertas populistas para las que no hay planes ni recursos. Ni Churchill, ni Adenauer, ni De Gau-lle ni otros grandes de la Política (con mayúscula) se distinguieron por su simpatía personal. El primero ofreció a su pueblo "sangre, sudor y lágrimas" y ganó la guerra, los otros dos eran unos viejos cascarrabias que condujeron procesos democráticos de reconstrucción cuyos frutos están a la vista. ¿No podrá nuestro pueblo alcanzar esa lucidez en lugar de creer en promesas vanas o -como lo harán muchos- quedarse el 26S en casa bebiendo cerveza mientras una elección crucial llena de ventajismos y triquiñuelas les arrebata su futuro?
Este columnista, en silla de ruedas por una reciente operación, sí cumplirá, así sea arrastrándose o con las muletas. ¿Y Ud compatriota?
Adolfo Salgueiro
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