06 febrero 2007

El totalitarismo del siglo XXI en búsqueda de su propio camino

Un poco de historia del Totalitarismo y Socialismo en el mundo...



El totalitarismo del siglo XXI en búsqueda de su propio camino


Porque parece increíble, las distancias y los tiempos son muy otros y las barbaridades cometidas no se acercan, ni por asomo, a las perpetradas por el stalinismo soviético, el nazismo alemán o incluso el menos duro fascismo italiano, el término totalitarismo resuena como exagerado e injusto a la hora de examinar el rumbo de un país latinoamericano con pujos de socialismo real.

Se podría abundar en argumentos y sumar factores como la desaparición o transformación de los viejos totalitarismos del siglo XX (China) en otras formas de administrar el poder, el muy peregrino según el cual la globalización impide la refundación de un sistema político sepultado en el tiempo porque el mundo está interconectado y el aislamiento (una característica de los totalitarismos) ahora es imposible o señalar, con Fukuyama, que asistimos al fin de la historia.

Hay suficientes experiencias en éste y otros continentes que, en medio de un intenso debate, encarnan la mejor demostración de que tanto el pensador neo con de origen japonés, como su inspirador, el señor Hegel, "el último de los filósofos", han estado equivocados.

El deslinde bolchevique

Basta sólo con remontarnos al nacimiento, no planificado, del primer totalitarismo, el soviético, para constatar que la intentona nacional, largamente acariciada, es decir, conscientemente planificada, muestra señales suficientes, no obstante las hondas diferencias, como para someter al debate la idea según la cual el Socialismo del Siglo XXI no es sino una réplica tropical (versión corregida y simplificada de la cubana) del régimen soviético. Este último nació bajo la consigna de "todo el poder para los soviets, que traducido al venezolano significaría, "todo el poder para los consejos comunales.

Algunos estudiosos del fenómeno como el filósofo francés Edgard Morin, atribuyen a factores como la Primera Guerra Mundial y a las peculiares características políticas, sociales y económicas de la Rusia zarista, el "el nacimiento involuntario e inconsciente del totalitarismo en el devenir de la humanidad". Así es como el desprendimiento del partido bolchevique ruso de las corrientes socialdemócratas de principios de siglo encuentra su causa en la represión de la que es objeto por el régimen zarista y en la necesidad, por consecuencia, de optar por una organización centralizada que le permita sobrevivir en la lucha clandestina.

En tal situación, los bolcheviques se van alejando de lo que se conocería como "el revisionismo" de los socialdemócratas europeos, cada vez más cerca de las formas democráticas, mientras su obediente y disciplinada militancia crece en la fe ciega por la doctrina, en la violencia ("partera de la historia" según Marx) y en el rechazo a "la guerra imperialista" que sacude a Europa.

De esa manera los bolcheviques se apropian del poder aprovechando el proceso de descomposición del zarismo, derrotado en la guerra y en apenas tres años ya lo detentan de manera casi absoluta. Bajo la consigna de "todo el poder para los soviets" disuelven la asamblea nacional constituyente (electa por voto popular), liquidan a los demás partidos, derrotan al ejército ruso ruso blanco y logran la salida de ingleses, alemanes y franceses para iniciar el proceso de consolidación.

Luego, erigido como partido único, asumen el control del Estado y pasan a desmontar la dirigencia obrera para establecer sindicatos dóciles al diktat del aparato partidista.

Rojos entre los rojos

Finalmente corresponde el turno a los soviets, que habían nacido como una manifestación espontánea de poder popular, lo cual provoca reacciones de rechazo, la más dramática de las cuales fue la protagonizada por los marinos de Kronstadt , aniquilados en cruenta batalla por el Ejército Rojo, bajo las órdenes de León Trotski.

Tres años antes, en 1918, los marinos de Kronstadt ("los más rojos entre los rojos", según el mismo Trotski) se habían rebelado contra el viejo régimen bajo el grito de "vivan los soviets". Ahora, desde su base en el golfo de Finlandia, se rebelan en contra del nuevo orden, gritan al mundo que "toda la Rusia soviética se ha convertido en una colonia penal" y reclaman la reelección democrática de su soviet (sin bolcheviques), el derecho a la libre expresión, total libertad de acción y una nueva Asamblea Constituyente.

La respuesta fue un despiadado ataque del Ejército Rojo, que en un número de 50 mil soldados atacó la ciudad y la tomó luego de diez días de combate que causaron unas veinte mil bajas, entre sitiadores y sitiados. Otros miles de rebeldes, sobrevivientes, serían fusilados o enviados a los campos de trabajo forzado en Siberia.

La rebelión levantó protestas en toda Rusia, pero la represión impuesta por el régimen, con ciudades como Petrogrado bajo ley marcial, logró sofocarlas en medio de la primera gran hambruna de la década.

Era marzo de 1921, aún vivía Lenin, ya el partido estaba en manos de los comisarios, la "dictadura del proletariado" se convertía en dictadura de los aparatchik, comenzaba la era del partido único acuñado en el Estado y el sistema vivía una de sus contradicciones fundamentales: antes que reivindicar a los oprimidos arrojaba sobre ellos cadenas adicionales.

El totalitarismo asistía ya a su propio nacimiento, aunque no se visualizaban aún signos posteriores como el rescate del "despotismo asiático" encarnado en la figura de Stalin, sus interminables purgas, el Estado policial y el culto a la personalidad.

Totalitarismo y subdesarrollo

Rusia materializaba el primer triunfo del marxismo con los bolcheviques en el poder, pero lo hacía en medio de una gran paradoja, pues es bien sabido que Marx concibió la revolución para los países europeos y Rusia, aún dejando atrás el feudalismo, apenas entraba en la era capitalista cuando Lenin desafía la lógica de su maestro.

Pero luego sería China, con Mao y una población campesina que superaba 90% de la población en un país semifeudal y donde prendió lo que el "gran timonel" denominaría "la dictadura democrática popular".

Las mentadas "democracias socialistas" de Europa oriental resultan un caso aparte, pero en términos generales podríamos afirmar que el totalitarismo no prendió en los países europeos desarrollados donde, antes que el bolchevismo, se impuso la socialdemocracia.

Esta última evolucionó del marxismo original hacia la democracia parlamentaria, con estados más o menos poderosos, en el marco del capitalismo y el abandono de dogmas marxistas asumidos como actos de fe.

Como contrapartida, el socialismo real, impuesto con el apoyo de la metrópolis, recaló en países con grandes desigualdades sociales, instituciones débiles, inestabilidad política, tradición caudillesca-militarista. Y es allí donde, en el origen, aunque no necesariamente en la continuación, se reproduce mecánicamente una metodología (metódica decían en la URSS) que pasa por las etapas que hemos tratado de resumir en los renglones anteriores. Es decir, liquidación de los partidos y de la vieja clase dirigente, demolición de las instituciones existentes, supresión del equilibrio de poderes e imposición de un nuevo orden político y económico en medio de convulsiones.

El reto para lograr una nueva forma de totalitarismo consistiría en lograr el tránsito desde la democracia a la dominación total sin perder las apariencias y evitando los desmanes del siglo XX. Tarea, a la postre, imposible, porque si el totalitarismo evoluciona, desaparece.

ROBERTO GIUSTI

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