25 mayo 2007

Amanecerá y veremos

Esperamos hasta última hora, miércoles por la mañana, para escribir estas líneas. Toda la nación está atenta a lo que sucederá con la concesión de la explotación de las ondas hertzianas que ha venido realizando RCTV desde hace más de medio siglo.

Por los síntomas percibidos en los últimos días podemos vislumbrar que el capricho de Miraflores tendrá un tanto a su favor.


Ya, hace pocas semanas, nos referimos a pormenores relativos a la calidad de la empresa y a la precaria situación que se les presentará a los trabajadores de la estación de televisión más vista por los venezolanos.

Hoy nos quisiéramos referir a las implicaciones que produce esta arbitrariedad.

En primer lugar quisiéramos destacar que esta decisión es una prueba más de que los derroteros que transita este sistema se apartan, cada día más, de los dictados del sistema democrático. Las encuestas, que son una forma moderna de medir el deseo de las sociedades, reflejan que la medida es rechazada por cuatro de cada cinco venezolanos. Esto se traduce en que ella es contraria a lo que opinan tanto los opositores del régimen como una parte fundamental y mayoritaria de quienes lo respaldan.

En segundo lugar quisiéramos resaltar que la medida y su tratamiento por parte de las instancias judiciales se enmarcan dentro de lo que la sociedad denomina "inseguridad jurídica". No somos capaces de imaginar cuántos son los libelos que planteados tanto por la empresa como por sus accionistas y sus trabajadores, cursan en distintos juzgados y que llegan hasta la más alta magistratura. Hasta hoy y escasos tres días de la consumación de la arbitrariedad, la única respuesta que conocemos es la de una declaración de "sin lugar" de una medida de protección por haber sido planteada, de acuerdo al dictamen, ante un juez equivocado.

Repetimos algo que hemos dicho en ocasiones anteriores: poco justa es la justicia cuando es inoportuna.

La tercera vertiente que nos interesa señalar es el significado de la medida ante los televidentes. No es secreto para nadie que la televisión es la distracción fundamental de los habitantes del país. La inseguridad reinante hace que cada día sean menores las posibilidades de ausentarse de la vivienda para actividades distintas a la asistencia al trabajo.

Tampoco es difícil entender que son las clases menos favorecidas quienes tienen en los canales abiertos de la televisión los programas humoristas, culturales, de recreación y las novelas que le sirven de esparcimiento. También tienen allí los programas informativos y de opinión que constituyen la médula de la actividad democrática y que le permiten formarse una opinión a la hora de emitir la suya.

La eliminación de la concesión a RCTV es la manera con la que el régimen silencia a una empresa que siempre ha sido plural y crítica ante lo que le sucede a la sociedad venezolana.

Viene días muy difíciles. La sociedad está siendo acosada en sus valores más preciados. La libertad y su manera de vivir son tratadas de cambiar no por los medios del convencimiento sino con la fuerza de las armas y del atropello. Por razones menores a las que existen hoy en Venezuela, la España de 1936 generó un millón de muertos y todavía sufre las consecuencias. Dios nos libre.



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