14 mayo 2007

El destierro de la meritocracia

En el país escasean la carne de res, los huevos, el azúcar y la leche, entre muchos otros productos. Frente a este evidente hecho el Gobierno responde, a través de su ministro de Agricultura y Tierras, sociólogo Elías Jaua: "No pretendan ocultar las intenciones de esta campaña de desestabilización sobre una supuesta caída de la producción". En las palabras del funcionario hay una clara referencia a los medios de comunicación que han destacado la noticia. Según Jaua, los medios opositores se han puesto de acuerdo para inducir un consumo nervioso de alimentos, que ha terminado por vaciar los anaqueles de los establecimientos comerciales y crear un cuadro ilusorio de escasez. Es decir, el déficit de los bienes en los mercados populares, abastos y supermercados es causado por los periódicos, radio y televisoras interesadas en sembrar incertidumbre y deteriorar la imagen del Gobierno. Algo similar dicen algunos funcionarios de los crímenes y la inseguridad personal.

Extraño señalamiento

Extraña forma de razonar la del ministro, pues los expertos en la materia, a través precisamente de los medios de información, le han advertido con insistencia al Gobierno que la falta de alimentos resulta inevitable en la medida en que persistan los factores que desestimulan la inversión particular en el campo. La lista es larga: ataques a la propiedad privada e inseguridad jurídica, amenazas constantes de invasiones y expropiaciones a los hatos y haciendas más productivas, control de precios sin revisiones periódicas, severas restricciones a las ganancias de los empresarios del campo (venta por debajo de los costos de producción), existencia de cooperativas y empresas de cogestión y autogestión ineficientes, desarrollo endógeno desconectado de la globalización y de la aplicación de los principios basados en las ventajas comparativas, falta de asistencia técnica y financiera oportuna a los productores agrícolas, estimulo a la economía de puertos. Todos estos factores que combinados explican la precaria situación del agro, son ignorados por Jaua. Su crítica se dirige hacia quienes están comprometidos a informar con objetividad sobre lo que ocurre en el país, no a quienes están obligados a aliviar los cuellos de botella.

Débil conocimiento

Las opiniones del ministro de Agricultura y Tierras revelan su débil conocimiento y conexión con los nudos críticos del campo venezolano. Lamentablemente el distanciamiento de la realidad no es exclusivo de ese funcionario, más bien constituye una característica muy común y acentuada del Gabinete actual. Hasta 1999 los ministros del área económica eran seleccionados, sin duda, por sus simpatías con el Gobierno y con el Presidente de turno; sin embargo, no se les pedía adscripción total al Gobierno o a su partido, y mucho menos renuncia a sus propios criterios profesionales. Privaba aquello que los griegos llamaban autoritas: la autoridad basada en el prestigio y el saber. Por ejemplo, el ministro de Agricultura solía ser alguien ligado a la tierra. Una persona que conocía los problemas típicos del área, con capacidad para diagnosticar el cuadro clínico y sugerir terapias. Lo mismo ocurría con quienes ejercían el ministerio de Industria o de Finanzas. Se buscaban, al menos, dos objetivos: primero, que las simpatías políticas se combinaran con sólidos conocimientos técnicos y profesionales; segundo, que los diversos sectores nacionales estuviesen representados en el Gabinete Ejecutivo; que el Gobierno fuese realmente de carácter nacional.

Destierro

Para infortunio del país esta visión caracterizada por la amplitud se ha perdido. Los méritos profesionales, la experticia, el conocimiento previo, los criterios propios, la autoritas, han sido sustituidos por la sumisión incondicional al proyecto político del Presidente de la República. La meritocracia, en el sentido estricto de la expresión, ha sido desterrada del Gabinete. Ahora hay que ser socialista del siglo XXI y rendirle culto a la personalidad del jefe de Estado.

Las consecuencias de este desbarro las estamos sufriendo. En medio de la mayor bonanza petrolera de la historia nacional, Pdvsa no tiene cómo financiar las cuantiosas inversiones que exige el incremento de la producción petrolera, hay escasez de alimentos, el aparato industrial no se expande ni fortalece, el empleo formal no aumenta, Venezuela recibe casi tantas inversiones extranjeras como Haití, a pesar de sus hipotéticas ventajas. La oportunidad de crecer y desarrollarnos el Gobierno la está desperdiciando.


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