El Socialismo del Siglo XXI (SSXXI) y sus propulsores erigen la "igualdad" entre los venezolanos como el valor supremo de la revolución. La igualdad para el SSXXI es de tal importancia que inspira toda la acción política del actual Gobierno. Según el SSXXI las diferencias iniciales entre las clases sociales se irán reduciendo por 5 vías: 1.- Regulando los precios de los productos y servicios que los venezolanos producen ( por eso los bienes con precios regulados se mantienen congelados a pesar de la inflación anual y no se conversa con los gremios empresariales); 2.- Nacionalizando todas las empresas de manera de garantizar que no haya persona con ingresos superiores; 3.- Forzando a los ciudadanos más productivos a participar en empresas de producción social. 4.- Proponiendo una reelección permanente del Presidente de la República como garante del igualitarismo. Y 5.- Poniendo los medios de comunicación y la educación al servicio de la igualdad.
Sin embargo la igualdad como valor supremo a impartir entre los venezolanos por los revolucionarios tiene varias contradicciones de fondo. La primera, es que los funcionarios públicos que imponen la igualdad al manejar más recursos y acumular más empresas se erigen automáticamente por encima del resto de los venezolanos. La segunda contradicción es que si la distribución de riqueza se basa en las necesidades de las personas sin contrapartida en su productividad, entonces se genera un estímulo al consumo y una caída en la producción. La tercera contradicción es qué pasará cuando muera la única persona que garantiza la igualdad de todos.
El cristianismo, a diferencia del SSXXI y del capitalismo, no jerarquiza ni la igualdad ni la libertad como valor principal y por eso no respalda ninguna ideología. El valor principal que exalta el cristianismo es el del amor que se traduce en que cada individuo trate de cumplir con los 10 mandamientos. Para los cristianos, los individuos que generen riquezas con su talento y cumpliendo los mandamientos siempre benefician al resto de los ciudadanos no importa cuan diferentes o iguales terminen siendo sus patrimonios entre sí. A mayor patrimonio de una persona mayor su responsabilidad social y su obligación moral a la inversión en el desarrollo del talento de otros. Esa civilización que se construya bajo individuos que intenten cumplir con los 10 mandamientos no la podríamos denominar ni socialista ni capitalista, ya que el criterio de asignación de recursos para proyectos individuales no responde sólo a la rentabilidad o a la igualdad de los mismos. El criterio de asignación de recursos bajo el cristianismo se desarrolla en la medida que cada persona proactivamente con recursos intenta conocer y apoyar los proyectos de otras personas y les ayuda en la medida de sus posibilidades a desarrollar sus dones provistos por Dios sin importar las jerarquías sociales que existían previa o posteriormente a la ejecución de los proyectos. Esa sería la civilización donde a nadie le falta el apoyo de otros para desarrollar sus proyectos y la llamada civilización del amor. La libertad para el cristiano no es igual que para el capitalista que va desligada al destino de otras personas. Ni la igualdad para el cristiano es la misma que para el bolivariano que se despreocupa del desarrollo de los talentos individuales.
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