13 mayo 2007

Patria, nazismo y muerte

Existen hechos y circunstancias históricas de la humanidad que no son considerados por quienes, obnubilados por el poder, creen que pueden cambiar el curso de la historia y su propio destino cabalgando sobre sus desmedidas ambiciones. El fin, invariablemente ha sido trágico, lamentablemente, después de haber exhibido grados atroces de crueldad e incontables muertes. No obstante, "la mortalidad acecha y todos aprendemos que el tiempo siempre triunfa", dice Harold Bloom.

Son asombrosas algunas similitudes de las circunstancias actuales en Venezuela con las manifestaciones nazistas en Alemania hace ya más de 70 años. El 23 de marzo de 1933, Adolfo Hitler se hizo aprobar una "ley Habilitante", mediante la cual se libró de todos los controles constitucionales y parlamentarios. El Legislativo y el Ejecutivo fueron fundidos en uno solo. El 31 de marzo de ese mismo año, las gobernaciones y los municipios fueron abolidos y los funcionarios judíos fueron despedidos por la ley sobre la raza aria.

El 1 de mayo los sindicatos fueron eliminados y al día siguiente los principales líderes sindicales fueron arrestados y enviados a los campos de concentración. El 14 de julio una ley prohibió la creación de los partidos políticos, dejando al partido Nacional Socialista como partido único. El 2 de agosto se tomó el nuevo juramento de la fuerza armada ante Dios y la Nación, de guardar obediencia al FÜHRER y su disposición, como soldados valientes, de ofrecer sus vidas en cualquier momento.

Guardando la distancia y la inteligencia, aunque no el fondo del asunto, el ministro de propaganda de la Alemania nazi, el Dr. Paul Joseph Goebbels, célebre además por su cita de que "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad", fundamentó la profusa propaganda del régimen en once principios. Por razones de espacio mencionaré sólo tres. El principio de la transposición, según el cual se deben cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".

El principio de la renovación: "Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones". El principio de la exageración y desfiguración: "Convierte cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave." En uso de su razón, haga usted sus propias reflexiones.


Neuro J. Villalobos Rincón

La Verdad

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