Tal como había sido anunciado por el régimen -porque sí-, la noche del 27 de mayo fue sacada del aire RCTV sin que mediara ninguna buena razón que sustentara tal decisión. Y, a continuación, sin importar la ley y contra toda lógica, el vacío creado fue rellenado utilizando para ello los equipos de transmisión propiedad del canal cerrado, quedando así suprimida toda posibilidad de su utilización posterior como espacio para la manifestación de la pluralidad de la opinión pública.
A partir de ese momento se ha hecho presente en todo el país el reclamo en la calle de los jóvenes universitarios: serio, firme y sonoro y argumentalmente fresco y bien plantado, por los derechos de todos los ciudadanos. En primer lugar, por la libertad para decidir sobre su destino según su querer, y no conforme al capricho de quien pretende imponerles por la fuerza su voluntad; y, en segundo término, con similar valor, el respeto a la dignidad como persona de cada ciudadano.
Para los regímenes totalitarios cualquier manifestación a favor de la libertad y los derechos de los ciudadanos es "insurreccional", porque para ellos sólo es admisible la aquiescencia incondicional, la sumisión total: física y espiritual. No cantan a la vida, sino a la muerte -del otro-, para cuya consecución predican el odio y envenenan la mente de las personas.
La mayor parte de los jóvenes que ahora protestan no pertenecen a una generación cualquiera, ni a la de quienes por haber disfrutado de una vida en democracia no logran entender lo que sucede. Ellos pertenecen a una generación que buena parte de su adolescencia ha transcurrido observando la angustia generada en el seno familiar por las acciones del régimen para coartar su libertad, restringir sus derechos e imponer una organización social contraria a los valores que han acompañado su crecimiento.
Ahora les falta aceptar -sin complejos de ninguna clase- que, sin ser políticos, todos los ciudadanos hacen política -y tienen la obligación de hacerla- cuando defienden sus derechos de quienes faltando a su deber los atropellan; así como que se puede hacer política por el bien común sin adherir a alguna ideología ni militar en ninguna organización política.
Ellos representan una universidad que quiere vivir en libertad, sin sumisiones, ni cortapisas de ninguna clase, ni exaltación de odios que condicionen su realización como personas. Una universidad y un país que valoren y fomenten la formación de buenos ciudadanos. Por lo que están dispuestos a combatir: por su derecho a pensar y disentir.
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