Si ser golpista significa defender los valores con los cuales fui criado, si ser golpista significa rechazar una reforma constitucional que viola los derechos humanos, que restringe el derecho a la información y que significa un retroceso para Venezuela y los venezolanos pues sí soy golpista.
Tengo que ser golpista no puedo calificarme de otra manera. Soy un traidor a la patria si no comparto el pensamiento revolucionario, tengo que estar en contra del Gobierno si no apoyo todas las medidas que toman, tengo que ser considerado un individuo de alta peligrosidad si tengo una voz crítica sobre lo que pasa en mi país.
Tengo amigos que apoyan la revolución, amigos que admiro y respeto, personas inteligentes que también tienen una posición critica e interesante sobre lo que está pasando, posición que vale la pena ser escuchada. Asimismo tengo amigos entre los estudiantes que son contrarios al proyecto de reforma, jóvenes valiosos que están llamados a ser los nuevos líderes de esta sociedad, personas a las que respeto. Con ambos grupos tengo diferencias y coincidencias y al final de cada tarde podemos tomarnos un café y conversar. Si esto me hace golpista, pues soy golpista.
Soy golpista porque no quiero ver más niños en situación de calle, no quiero seguir leyendo que fueron asesinados casi cien venezolanos en un fin de semana; soy golpista porque creo en mi país y pienso que las cosas pueden mejorar. ¡Vaya, yo tengo que ser el golpista más peligroso de la historia!
No quiero un presidente que me gobierne eternamente, yo quiero que haya una alternabilidad en el poder. Yo quiero elegir, no que me impongan y creo que mi derecho a elegir y a opinar me hace ser aún más peligroso. Creo que ha nacido el enemigo público numero uno, cuidado.
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