Chávez no puede vivir sin un enemigo central al que culpe de todos los males generados por su incapacidad para gobernar y su obsesión por eternizarse en el poder. Desde que se propuso instalar en Venezuela el modelo fidelista que calificó descaradamente como "el mar de la felicidad", erigió como su más enconado enemigo a George W. Bush, a quien definía como la perversa cabeza del Imperio, causante de todas las epidemias, guerras y miserias del mundo. Amparado Chávez en la injustificada y abominable invasión a Irak, vendió la idea de que Bush pretendía invadir a Venezuela, razón por la cual era necesario emprender una guerra "asimétrica", estilo guerrilla, a la par que se tendía una benévola mirada a los irregulares que operan dentro y fuera de la frontera venezolana como posibles aliados. Nuestro "héroe" del Museo Militar no es hombre de un solo enemigo, por muy poderoso que sea, de modo que los improperios contra Bush eran compartidos con adversarios de menor relevancia: Uribe ("el pichón de Bush"), Fox ("cachorro del imperio"), Calderón, Allan García, Aznar y un sinfín de enemigos nacionales como la Iglesia, los partidos políticos, los empresarios ("oligarcas") y last but not least, los medios de comunicación y periodistas, a los que nos acusa de "mercenarios de la CIA". Del discurso belicista pronto desapareció el tema de la guerra asimétrica y fue sustituido por el de la guerra convencional, dado que ahora el "demonio" Bush quería invadir a Venezuela con los marines de la Sexta Flota para apoderarse de nuestro petróleo (argumento vano, porque la Chevron resultó imprescindible para seguir enviando crudo al Imperio, dada la ineficiencia y corrupción de los rojos rojitos de Pdvsa). Como ahora el "borracho" y "criminal" Bush nos atacaría con la implacable tecnología bélica de última generación. Venezuela gastó más de $ 12 mil millones en aviones de guerra, submarinos y tanques rusos "necesarios" para hacer morder el polvo a su infernal enemigo.
Chávez dilapidó unos $ 60 mil millones en sus compinches políticos (Fidel, Evo, los Kirchner, Ortega, Correa) y en intentar la subversión en los países democráticos del continente, mientras que en lo interno ponía en marcha paliativos sociales que, lejos de formar a los beneficiarios para el trabajo, se constituyeron en instrumento de control electoral. Aniquilado el combativo movimiento sindical comandado por Carlos Ortega y creados sindicatos oficialistas paralelos, los bonos y prebendas se convirtieron en sustitutos de las convenciones colectivas y de una necesaria seguridad social (siempre postergada), a pesar de los casi $ 900 mil millones recibidos en los últimos 10 años.
Chávez no escuchó los consejos de quienes le recomendaban ahorrar para cuando llegase una posible recesión. Despilfarró los petrodólares en su delirante proyecto continental; en corrupción; compra de armas y estatizaciones que ahora no puede mantener (el BCV acaba de vender siete mil kilos de oro monetario para cubrir el hueco dejado por los $ 12.500 millones de las reservas, ya espalillados por el dilapidador). El inflado ego de Chávez no soporta que los otrora satisfechos dirigentes sindicales exijan ahora la firma de las convenciones colectivas (la inflación desatada devora los salarios). La CVG y empresas filiales (y Sidor aún no pagada) están prácticamente quebradas, al igual que la maula Pdvsa y el Metro de Caracas. El enemigo ya no es Bush, sino los sindicalistas y obreros porque reclaman sus derechos laborales. Los amenaza con militarizar las empresas y pretende enfrentar a los trabajadores con los beneficiarios de las misiones: "¿Ustedes creen -increpa Chávez- que voy a quitar a las Madres del Barrio o a la Misión Barrio Adentro para dárselo a unos sindicatos que quieren ganar tres millones, repartirse unos bonos y vacaciones por cinco meses?" (dos misiones en las que apenas se atiende un 30% de su cobertura original). Chávez pretende ignorar que el nuevo contrato de Sidor fue firmado por sus ministros. ¿No sabían lo que firmaban? Reclama Chávez que "No se justifica que exijan el pago de bonos para la educación privada de sus hijos". Los trabajadores le responden: ¿donde van los hijos del entorno presidencial y de sus "boliburgueses"? ¿Cuánto podría mejorar la vida de los trabajadores con los montos gastados en camionetas de lujo y helicópteros para Evo, en las armas rusas, en los sueldos y bonos escandalosos que paga al TSJ y al CNE por sus servicios al proyecto chavista, en la riqueza de los Chávez en Barinas o la corrupción de "sus" empresarios y de sus ministros?
Estos nuevos "enemigos" son más peligrosos que Bush, porque son millones de trabajadores, porque tienen la razón, y porque no tienen la culpa de que Chávez haya pateado el patrimonio público en su obsesión de poder.
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