El documento publicado por 18 economistas y académicos (14-05-09) en el que se advierte el daño ocasionado al país secuela de las medidas inconexas del Gobierno para acometer el desbarajuste fiscal, es apenas un asomo de la inevitable crisis que se aproxima. También se esclarece que ni el aumento del precio del petróleo, por si sólo, resolvería el profundo trance estructural instituido. Que en todo caso se requiere de medidas complementarias coherentes. Sin duda el documento es un diagnóstico atinado sobre lo que se viene advirtiendo desde hace mucho tiempo. Ciertamente el asunto está mal; pero va peor.
La deuda pública se ha más que cuadruplicado a partir de 1999. La expansión económica ocurrida en los últimos 4 años ocurrió a expensas del ingreso petrolero y podría decirse que fue comprada a crédito a través de un mar de pagarés y bonos del Estado. No obstante ello el déficit comercial sigue incrementándose sin control. Al parecer el juego financiero de la silla vacía está llegando a su fin. Ojalá no sea demasiado tarde cuando esta utopía concluya pues la descontrolada deuda adquirida y la que se sigue adquiriendo afecta el bienestar personal de todos los estratos; fundamentalmente de los más pobres. Y es que nosotros, los particulares, a diferencia del Gobierno, no estamos autorizados para imprimir dinero y cumplir con nuestros compromisos como sí lo hace el Estado a costa de la inflación.
El desempleo se ha incrementado y está por empeorar aún más. El Instituto Nacional de Estadísticas no registra a todos los desempleados porque gran parte de ellos han dejado de buscar trabajo. Por contraste el INE sí lo hace con los trabajadores informales. Ahora se nos propone el socialismo del siglo XXI como solución. ¿En qué consiste? Simplemente en confiscaciones al azar y leyes restrictivas sobre la información y la propiedad privada. En otras palabras, remedios del arquetipo utilizado por el más grande ladrón de la historia: Robin Hood. El Gobierno se resiste a escuchar, y menos hablar, de la más demoledora de las fuerzas: la inflación.
Los manipuladores del Gobierno emprenden grandes campañas para convencer al pueblo que la inflación se origina únicamente por el alza de precios provocada por los especuladores; es decir, los empresarios. Ese factor es apenas un síntoma pírrico del problema tal como lo es el estornudo para un resfrío. La verdadera inflación procede de la cantidad de dinero que el Gobierno imprime y pone a circular en el sistema. Y es en esa proporción en que se incrementan los precios: otro indicador del fracaso del socialismo fraudulento propuesto por el jefe. Nada nuevo. La utopía del cacareado "nuevo orden", tipo Alba, es una tendencia seductiva utilizada por la izquierda radical de todos los tiempos. El pináculo de este fraude es tratar de convencer a los más débiles para que se dejen llevar por un modelo de dirección único caprichosamente denominado "el nuevo orden socialista". Pero, ¿quién se beneficia de ello? No son las masas oprimidas como sus proponentes proclaman sino una elite millonaria y dominante. A finales de los años 1800 el banquero alemán Meyer Rothschild dijo "dame el control del dinero y no importa quién escriba las leyes".
¿No es acaso lo que está ocurriendo en este "nuevo orden" chavista? Chávez controla el corazón del sistema, es decir el dinero, y con ello todas las acciones de los subyugados teatrales que fungen dirigir las instituciones. El sistema está siendo diseñado para establecer rigurosos registros sobre la conducta económica y social de cada ciudadano. Cuba es la experiencia viva del más grande fraude de "nuevo orden" que la histórica conozca. Los proponentes de ese comunismo que prometieron el paraíso para los pobres, por el contrario, han chatarreado la hermosa infraestructura cubana erigida durante siglos.
El desenmarañamiento del sistema comunista reveló que mientras las elites del partido se beneficiaban y enriquecían con el erario el pueblo padecía las miserias de la escasez. Tampoco nada nuevo. La población en la antigua Unión Soviética era de 250 millones y se estima que sólo el 1% (2,5 millones) vivía bien. El resto eran simples esclavos a quienes se les ensalzaba con apelativos fastuosos con designios fraudulentos: héroes, patriotas, legendarios. Chávez encontró el suyo propio: "bolivarianos". ¿Seguiremos gravitando con la farsa destructiva desde nuestras casas?
2 comentarios:
Excelente entrada.
Gracias Inés. Saludos.
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